Quizás se pueda decir con perspectiva que estamos viviendo, y lo seguiremos haciendo, una de las peores crisis sanitaria, económica y social de los últimos cien años.
Esta crisis es un acontecimiento traumático sin precedentes, mayor que ningún otro por su dimensión geográfica. Va a haber un fenómeno masivo de pérdidas; trabajos, propiedades, referencias, cosas que tienen que ver con la identidad, para mucha gente su identidad laboral. Pensemos en el turismo, la actividad fundamental de este país y una de las más importantes en la economía local motrileña y de la Costa de Granada.
La crisis que estamos viviendo nos está colocando frente al espejo de nuestra realidad como sociedad, como país, como personas. También como sistema político. Y será necesario aprender de lo vivido y actuar en consecuencia.
La precariedad de un mercado de trabajo frágil, excesivamente dependiente del sector servicios, la debilidad de un sector industrial en retroceso, las carencias de un modelo productivo demasiado condicionado por el ladrillo y el turismo y unos servicios públicos, sanidad, educación, cuidados de mayores muy dañados por las decisiones de salida de la reciente crisis económica, que socavaron sus estructuras y pusieron en tela de juicio su valor como servicios esenciales en cualquier sociedad moderna.
Pero, también se ha evidenciado que hay una voluntad de hacer frente juntos a una emergencia de enormes proporciones. Ha emergido una sociedad civil articulada y dispuesta a ayudarse unos a otros. De otro modo no sería sencillo explicar que una medida tan dura como es el confinamiento esté siendo respetada de manera casi unánime por los ciudadanos. La proximidad social es la premisa en la que descansa el cumplimiento disciplinado de la distancia física que se ha impuesto en estas últimas semanas.
Además, asistimos a la recuperación del prestigio de lo público como pieza clave para garantizar la supervivencia de la sociedad. Estamos re-descubriendo la importancia del Estado al que se había menospreciado y debilitado durante bastantes años. El respeto e incluso la admiración hacia todos los trabajadores de los servicios esenciales salta a la vista.
La respuesta de la coalición de gobierno ante el boquete económico y social que se está produciendo desde la irrupción de la pandemia ha sido contundente y está dejando claro cuál es la dirección elegida para la salida de esta crisis: que no se quede nadie atrás, fundamentalmente, las familias trabajadoras, las pequeñas empresas y los trabajadores y trabajadoras autónomas, las clases populares, los más desfavorecidos.
Un escudo social que está desplegando un amplio abanico de medidas de diferente alcance que van desde la prohibición de los despidos, los subsidios a las trabajadoras empleadas de hogar, las regulaciones temporales de empleo, las ayudas al alquiler y moratoria de hipotecas, o las ayudas para pymes y autónomos, entre otras muchas entre las que se incluye la próxima implementación del Ingreso Mínimo Vital. Por primera vez en la historia de nuestro país los trabajadores autónomos van a percibir una prestación económica por parte del Estado.
Porque, efectivamente, hay respuestas diferentes para salir de las crisis y, siempre, tienen un sesgo económico. De esta manera, en 2012, la primera medida que adoptó el gobierno de Mariano Rajoy fue flexibilizar el despido y hacerlo más barato. Después vendrían todas las demás: la devaluación salarial, la austeridad, el rescate de los bancos, la protección de los grandes propietarios o la entrada de los fondos buitre en el mercado de la vivienda para desahuciar a miles de personas de sus casas, con las consecuencias que todos y todas de sobra conocemos.
Hacia un nuevo modelo de desarrollo económico y social
Que nadie se quede atrás. Ese debe ser el punto de partida para la reconstrucción económica y social de nuestro país a partir de la experiencia acumulada, replanteando el actual modelo de desarrollo económico y social, que se ha demostrado incapaz de afrontar con eficacia, desde la equidad y la responsabilidad social y medioambiental, los grandes problemas y desafíos a los que se enfrentan las sociedades en el mundo actual.
Inevitablemente los sectores económicos en nuestro país deben replantear su futuro tras el virus, repensar estrategias y cambiar. Será necesario apostar por otros sectores productivos diferentes del turismo que generen más valor añadido como la industria y la ciencia y la tecnología.
Son muchas las voces que desde Europa y otras partes del mundo proponen que la lucha contra el cambio climático debe ser el núcleo de la estrategia económica para salir de la crisis ligada a la pandemia de la Covid-19. En su opinión, la transición necesaria para limpiar la economía mundial de gases de efecto invernadero, unida a la protección de la biodiversidad y la transformación del sector agroalimentario, pueden generar rápidamente empleos, crecimiento y mejorar el estilo de vida de todos los ciudadanos.
Sea esta la salida o sea otra, será deseable un amplio acuerdo, un gran acuerdo de país que garantice las actuaciones necesarias en el medio plazo lejos de la permanente controversia partidista. Las viejas fórmulas no van a servir y será necesario apelar a la inteligencia colectiva.
No será fácil a la vista del panorama político en nuestro país y, sobre todo, de la posición y de las actuaciones de la derecha ante la gestión de la crisis que, únicamente, ha pretendido rentabilizar una situación de dimensiones dramáticas en beneficio político propio haciendo un uso partidista y obsceno de las muertes que se están produciendo. Su único objetivo está siendo el acoso y derribo del gobierno de España aplicando el criterio acuñado por el exministro Montoro en 2011: “que se hunda España, que nosotros ya la levantaremos”.
La actitud y el comportamiento demagógico de la ultraderecha y sus proclamas inequívocamente fascistas no merecen ni una palabra. Sólo confiar y exigir que las instituciones democráticas actúen con igual diligencia y contundencia, al menos, con la que lo hicieron durante la anterior crisis contra sindicalistas, manifestantes, activistas antidesahucios, tuiteros o titiriteros, entre muchos otros.
Un Pacto Local de recuperación económica y social
En todos los ámbitos, estatal, autonómico, local se hace más necesario que nunca el acuerdo de todos los actores políticos, económicos y sociales para salir con garantía de esta crisis, sin que nadie quede atrás. Entre ellos, los ayuntamientos como administración más cercana a la ciudadanía, deben asumir un papel relevante, recuperando la capacidad de actuación de tiempos anteriores a la gran recesión.
En esa línea proponemos en Motril la articulación de un Plan Local de recuperación económica y social, fruto del acuerdo y el consenso político y social. Es momento para dialogar y sumar esfuerzos entre todos para recomponer el destrozo que se está produciendo, sentando las bases del desarrollo futuro en nuestra ciudad, en términos de crecimiento económico y de empleo.
Hay coincidencia en considerar que, cuando todo esto pase, nada volverá a ser como antes. Al mirar por el retrovisor de nuestras vidas, unos y otras, lo que veremos será el mundo de ayer. Ante nosotros se despliega ahora una nueva normalidad, otra normalidad inexperimentada y diferente de la que hasta ahora hemos conocido que, ojalá, pueda nuclearse en torno al vínculo solidario, esperanzador y reconfortante de la comunidad ciudadana de vecinos que, durante estos largos días, ha adquirido protagonismo.
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